jueves, 3 de marzo de 2011

Asimetría (Verónica Bannen)

Asimetría (Verónica Bannen)
Adaptación

Se miraba una y otra vez en el espejo, como si el vuelco en su vida, del que se acababa de enterar, se le fuera a plasmar, de inmediato, en alguna parte del cuerpo.
De un momento a otro todo, todo se volvió ajeno, las risas de los niños en el comedor, la voz de su marido pidiendo silencio y calma, el ruido de la tele.

Palpó su imagen en el espejo, buscando el contacto con ese “yo” que estaba al otro lado. Retrocedió sin dejar de mirar su imagen, como sujetando su pasado.

Metió las manos en los bolsillos y se encontró con el papel que desde hacía unos minutos era el dictador de su futuro. Por un momento pensó dejar sólo para sí la noticia, pero esa idea la descartó de inmediato, más temprano que tarde sería evidente lo que pasaba con ella, no podría ocultarlo por mucho tiempo.

Su pensamiento, simultáneamente, recorría a los conocidos preguntándose con quién compartir su desconcierto. Sus padres…fueron los primeros que aparecieron en su memoria, pero no, no era una buena elección. Recién se habían cambiado a su casa propia, que gracias un esfuerzo de años y no pocas privaciones, habían logrado comprar, después de tantos años. No, no era buena idea, no era prudente exponerlos a semejante trastorno, que precisamente en este momento, parecía una maldita ironía de la vida.

Su marido, …hacía meses que sentía que su relación se destejía por todos los bordes y ninguno de los dos hacía intentos por repararla, sin embargo, ella no se imaginaba los días sin él, amaba su hogar, así tal cual era. Tampoco era el minuto, pensó, para hablarlo con él, podría interpretarlo como un acto desesperado por retenerlo, como una manipulación patética.

Los amigos, siguieron la lista, mejor dicho “la amiga”, esa mina buena onda que le ayudaba a mirar la vida con mayor sencillez, sin complicaciones. Casi siempre se contaban lo que les pasaba, hablaban dfe la vida, arreglaban el mundo, se reían de algunos programas de televisión, de algunos persojaes de nuestra farándula tan variada. De vez en cuanto se tomaban una cervecita, un sábado mientras los niños jugaban.

Revelarle algo tan personal, tan fuera de las conversaciones que solían tener, tal vez era ponerla en un rol incómodo y temió que, después de recibir esa información, y en vista del revuelo social que tendría su vida, comenzara a evitar su compañía y terminara por perderla por lo tanto, también lo descartó.

Volvió a apoyarse en su reflejo, cerró los ojos, en ese minuto no le pareció tan terrible ser una mujer común y corriente, una mujer sin historias fabulosas de amor, pasión o de sangre.

En un gesto de despedida y zanjando la simetría de su “conversación” se alejó.
Antes de salir del baño sacó el papel del bolsillo, lo trituró en mil pedazos, lo lanzó al agua y con un golpe metálico, vio irse en un remolino de agua irreversible al malito boleto ganador del Kino.